Me perdonas la venda de los ojos y sacas una cuerda fina, color rojo,
larga muy larga, está enrollada en un ovillo muy abultado. Me quitas el
sujetador, con delicadeza, y deslizas tu lengua por mis pezones pero no
los tocas con tus manos, yo estoy deseando que me envuelvas los pechos
con ellas, te apartas a una esquina de la cama y me miras como un pintor
mirando un lienzo en blanco pensando cual será su primera pincelada.
A pesar de que este tipo de prácticas sólo recientemente se han empezado a recoger en obras de divulgación sobre sexualidad, el deseo sexual ligado a la inmovilización está muy extendido y se conoce desde antiguo, como lo muestran numerosas imágenes de intención aparentemente no erótica.
¿Por qué a algunas personas les atrae el juego de ser atadas? La razón que con más frecuencia se invoca es la liberación de inhibiciones y responsabilidades, en la medida en que confían las llaves del juego erótico a otra persona, que es quien marca las pautas. La sensación de dejarse llevar, de despreocupado abandono erótico, es para muchas personas altamente gratificante en el plano sexual.
A algunas personas les atraen también las sensaciones físicas: la presión de la cuerda, la imposibilidad de moverse, el roce o incluso la abrasión producida por la cuerda al desplazarse sobre la piel. Ligado a esto último está asimismo el placer obtenido por la adrenalina que genera el peligro simbólico. Atrae igualmente la sensación de impotencia cuando se hacen intentos por liberarse; a algunas personas les agrada realizar estos intentos mientras son estimuladas sexualmente por la persona activa, aunque el bondage no implica necesariamente contacto sexual. Es frecuente asimismo el uso del bondage en los llamados "juegos de sumisión" o juegos en los que se representan roles amo/esclavo. Finalmente, el bondage puede utilizarse como complemento de otras prácticas sexuales, incluso de tipo enteramente convencional, para estimular la libido de la persona que recibe el bondage y/o de la persona que lo ejecuta.
En este contexto, algunas de las razones que las personas activas suelen dar con más frecuencia para explicar su afición al bondage, son el estímulo que genera tener la total responsabilidad sobre el placer sexual del compañero o compañera, el placer creativo y estético unido a la visión del cuerpo humano encordado como una singular obra de arte, y otras razones, que son complementarias de las que interesan a quienes asumen el rol pasivo.
En la práctica del bondage pueden intervenir otros complementos, como: máscaras, vendas, mordazas, plugs, columpios, etc.
Desenrollas la cuerda mirándome, de vez en cuando la dejas a un lado y
te acercas a besarme, son besos tiernos, mordiéndome el labio, o
deslizas la punta de la lengua por mi pezón de nuevo, y vuelves a coger
la cuerda y sigues preparándola en lo que me parece un ritual, me
pregunto cuantas mujeres habrás tenido aquí en tu cama en esta misma
situación.
Me pides que arquee un poco la espalda y empiezas a pasar el ovillo de
cuerda por debajo, dándome vueltas por encima y por debajo del pecho,
estás haciéndome un traje de cuerda dejando mis pechos a la vista y a
veces dejas el ovillo a un lado y vuelves a besarme y rozas todo tu
cuerpo con el mío, o te paras a corregir la posición de alguna cuerda y
me miras con una sonrisa, o me apartas un mechón de cabello que cae por
mi cara... A pesar de que este tipo de prácticas sólo recientemente se han empezado a recoger en obras de divulgación sobre sexualidad, el deseo sexual ligado a la inmovilización está muy extendido y se conoce desde antiguo, como lo muestran numerosas imágenes de intención aparentemente no erótica.
¿Por qué a algunas personas les atrae el juego de ser atadas? La razón que con más frecuencia se invoca es la liberación de inhibiciones y responsabilidades, en la medida en que confían las llaves del juego erótico a otra persona, que es quien marca las pautas. La sensación de dejarse llevar, de despreocupado abandono erótico, es para muchas personas altamente gratificante en el plano sexual.
A algunas personas les atraen también las sensaciones físicas: la presión de la cuerda, la imposibilidad de moverse, el roce o incluso la abrasión producida por la cuerda al desplazarse sobre la piel. Ligado a esto último está asimismo el placer obtenido por la adrenalina que genera el peligro simbólico. Atrae igualmente la sensación de impotencia cuando se hacen intentos por liberarse; a algunas personas les agrada realizar estos intentos mientras son estimuladas sexualmente por la persona activa, aunque el bondage no implica necesariamente contacto sexual. Es frecuente asimismo el uso del bondage en los llamados "juegos de sumisión" o juegos en los que se representan roles amo/esclavo. Finalmente, el bondage puede utilizarse como complemento de otras prácticas sexuales, incluso de tipo enteramente convencional, para estimular la libido de la persona que recibe el bondage y/o de la persona que lo ejecuta.
En este contexto, algunas de las razones que las personas activas suelen dar con más frecuencia para explicar su afición al bondage, son el estímulo que genera tener la total responsabilidad sobre el placer sexual del compañero o compañera, el placer creativo y estético unido a la visión del cuerpo humano encordado como una singular obra de arte, y otras razones, que son complementarias de las que interesan a quienes asumen el rol pasivo.
En la práctica del bondage pueden intervenir otros complementos, como: máscaras, vendas, mordazas, plugs, columpios, etc.